La primera señala que «el hecho de haber estado entre las filas de la Guardia Varega fue considerado un auténtico honor y modelo a seguir» hasta el punto de que, desde los diferentes países de origen, hubo que regular el éxodo de tanto hombre joven hacia el extranjero. Y es que, además de las evidentes riquezas y la ansiada reputación, veían la zona como una ciudad prometida y exótica en la que eran venerados como (casi) héroes.