DIJE POR DIOS, q pongan la escalera YA PARA BAJARME DEL AVION. Cuánta imbecilidad, cuánto capricho en un fútbol que ha perdido el sentido colectivo del juego y que cada vez es menos de sus aficionados, a quienes se les trata como meros clientes. Ni una palabra más el resto del trayecto. Ir a recoger a una amiga a su trabajo- es la recepcionista de un chalet de lujo donde trabajan señoritas de afecto negociable- y al darle la dirección al taxista, me miró por el retrovisor y me dijo «Qué?